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sábado, 22 de febrero de 2014

Louis Cattiaux

Louis Cattiaux

Artista plástico, místico cristiano y hermetista.


 El que conoce, posee y toca la verdad de Dios, ya no tiene sistemas, recetas, explicaciones ni organizaciones que proponer a nadie, pues el conocimiento posesivo del amor divino libera a quien lo alcanza, más allá de todo límite conocido o desconocido.

Henos aquí sumergidos por los sabios y los inteligentes del mundo, que nos lo explican todo, pero que no nos dan nada de la vida imperecedera.

Subamos por la escalera del amor y del conocimiento sin vanas discusiones sobre la manera de empuñar los barrotes y sin vanos lamentos por lo que dejamos abajo.

Los que ahora desprecian y rechazan a los creyentes pobres, un día serán despreciados y rechazados por el Señor a causa de la pobreza de sus corazones.

No pensemos encontrar al Señor y después dejar el mundo. Primero debemos dejar el mundo y después encontraremos al Señor.

¿Quién tendría la inteligencia de escuchar en sí mismo la voz del Altísimo y quién tendría la sabiduría de conformarse a ella? Ese vería que la mayor sumisión a Dios engendra la libertad perfecta en este mundo y en el otro.


La buena voluntad en Dios no violenta nada, ni siquiera a uno mismo. La buena voluntad en uno mismo lo violenta todo, incluso a Dios.
"¿Quién desnuda la almendra y quién hace germinar la simiente? ¿Acaso no es el espíritu del Señor todopoderoso?"

Al final, habrá la lucha de los practicantes de la ciencia de Dios, que es integración de vida, contra los practicantes de la ciencia de Satán, que es desintegración mortal.

Los hacedores de vida serán establecidos en la vida, y los hacedores de muerte serán repelidos hacia la muerte sin remisión. Que cada cual considere atentamente su trabajo, mientras todavía hay tiempo para abandonar las obras malas.



La pobreza guarda a los niños de Dios, pero la miseria mata a todo el mundo.
"La Providencia del Señor vela por los suyos día y noche sin jamás cansarse."

Incapaces de pelearnos como perros para acercarnos a la basura del mundo, ¿cómo subsistiremos aquí abajo si el Señor no nos tiende su mano auxiliadora y todopoderosa?

¿Querrán quizá los miserables, los débiles, los imbéciles, los afligidos, los abandonados, los desesperados, los excomulgados, echar una mirada fraternal al Libro, a fin de que al menos sirva a los más desheredados ayudándoles a soportar su agonía en este mundo seguro y sabio?

¡Cuán sabiamente nos reconduce el Señor Dios al barro y a la lía del mundo, donde está oculta la perla prometida a su amor!
¡Oh, milagro de la verdadera sabiduría que se ríe de los orgullosos y de los triunfantes que dominan aquí abajo!

Hay que dar para recibir.

Y hay que sudar para ser regado por el dulce rocío del cielo.

El infierno de todos es negarse a cumplir benévolamente el pacto que hemos firmado con la muerte.


Si ocurre que un creyente sincero lee algunas líneas de la obra, ya no quiere soltarla y se la lleva a su casa a fin de conocerla por entero.
Si un mediocre abre el Libro, lo vuelve a dejar riendo sarcástica y estúpidamente y busca a su alrededor una opinión que le tranquilice en su muerte.

El dinero de los malvados quema como el infierno, ya que su maldad está adherida a él como el mal olor a las inmundicias.

El que actúa con desapego no está manchado por ninguna acción.
El que medita sin deseo no está empañado por ningún pensamiento.

El espíritu de posesión, de recriminación, de opresión y de agresión es lo que engendra la miseria, el odio, la esclavitud y la desgracia en el mundo.

El Mensaje Reencontrado.
Louis Cattiaux.



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