Todos los días recibimos de los grupos correos cuyo objetivo es poner como sublime o benéfico algún mensaje que nos permita mejorar nuestra vida en este mundo,
triunfar sobre esa vida como si la muerte nunca fuera a alcanzarnos, y salvarnos de lo que sea.
En estas sociedades patéticas se ha perdido la grandeza entre, ñañas de adolescentes eternos
y epidemias mortales de autocompasion. Entre ser conservadores y progresistas de tecnológicas basuras.
Hoy recuerdo en la distancia la saga de los Yahi, o como los bautizamos los occidentales, un grupo de Californios, cazadores recolectores.
Los buscadores de oro del decimononico siglo en la hermosa California, se toparon con un impedimento, otros seres humanos que alli vivían. Ante semejante acontecimiento, se juntaron para realizar la tan sublime proeza de exterminar a esos "salvajes", asi, los Yahi fueron masacrados por completo, escapando la familia de Ishi, su madre, su amiga, su sangre, y todos fueron muriendo en ese intento de sobrevivir. Solo quedo Ishi.
El ultimo de todo un pueblo, el ultimo en hablar su idioma, el ultimo de su cultura, y lleno de pena y rodeado de fantasmas, decidió entregarse a los blancos para morir y partir con su gente.
Mas en esa clase de extrañas ironías del destino, Ishi, no fue capturado ni asesinado, sino que
que fue adoptado, cuidado y termino sus dias como una pieza viviente del museo antropologico.
Ishi, el ultimo de su pueblo, quedo en manos de sus asesinos exhibido como una curiosidad viviente.
El nombre Ishi se traduce como Hombre.
Nunca dio su nombre real, nunca mas hubo otro Yahi.
Aqui entre esta voragine loca, cuantos nos sentimos Ishi, sin pueblo, sin tribu, y perdidos entre la sociedad que nos exhibe como extraños por ser distintos, pero que siempre por un pelo puede llegar a masacrarnos, vivir en un pueblo ajeno habiendo nacido entre ellos.
Añorando la tribu de las estrellas y el aire fresco de los libres.
Alex
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